Lo que hace falta aca son sueños !

- ¿Qué querés ser cuando seas grande Lucy? - le pregunta su abuela con una expresión indescifrable.
Lucy la mira y piensa durante unos instantes... «¿Veterinaria? Siempre amé a los animales... pero no, no me convence. ¿Abogada? Tengo facilidad de palabras, tengo carácter fuerte y  soy muy testaruda para defender mis ideales. Me gusta discutir y el intercambio de ideas... pero no, muchos estudian abogacia, yo no quiero ser igual a los demás. ¿Médica? Sería interesante estudiar el cuerpo humano pero ni pienso abrir un cuerpo, no tengo alma de asesino... ¿Psicóloga? Puede ser... Sirvo para dar consejos y ponerme en el lugar de los demás... ¿Maestra? Pero ni loca (bueno loca ya estoy). Con 25 nenes girando a tu arlededor y peleando por cualquier tontería... obviamente descartadísimo...» Y después de unos momentos más de refelexión, estaba segurísima de su respuesta:
- Vendedora de sueños - le soltó con mucho orgullo.
Su abuela la miró con cara de "¿y a esta loca que le pasa?" y frunció el ceño mientras pequeñas arruguitas se le formaban en la frente.
- ¿Vendedora de sueños? - le espetó como si hubiese dicho la frase más estúpida del mundo.
- Sí abuela, vendedora de sueños - le dijo con impaciencia. 
- ¿Y por qué querés ser vendedora de sueños? - la interrogó seriamente.
- ¿No te diste cuenta de cómo está la sociedad de ahora? - le cuestionó - Nadie cree... Nadie cree en la magia... Nadie cree en que los sueños se cumplen... Perdieron la fe, la capacidad para soñar - declaró con una trizteza sincera - Vas caminando por la calle, y ves a todos caminando con paso apurado y metidos en su mundo, con la cabeza en otra parte, apagados... Ya nadie se pone a soñar como es debido... - continuó - Yo quiero devolverles esa fe, devolverles la belleza de soñar, devolverles la capacidad de creer con el corazón...
Había una fuerza interior en Lucy que era inimaginable. Ella era tan sólo una niña común y corriente que quería cambiar el mundo, y por personas así, el mundo podía llegar a cambiar algún día. La abuela la miró maravillada...
- ¿Y cómo pensás hacerlo? - le dijo su abuela con real entusiasmo y con una sonrisa grabada en el rostro. Al parecer la había convencido con su monólogo.
- No lo sé - declaró tras un suspiro - Quizá convenciéndolos de que si todos los días cierran sus ojos tan sólo diez segundos y piensan en lo que más anhelan en el mundo y lo desean con el corazón, esto se cumplirá...





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