El chico de sus sueños.

Ana se sentó a la sombra de un árbol mientras observaba a unos niños corriendo en el otro extremo del parque. Agarró un libro de su mochila, y al abrirlo, las hojas desprendieron ese ruidito que tanto le gustaba. Mientras trataba de concentrarse en su lectura (sin mucho éxito de más está decir), escuchaba a unas palomas remontando vuelo unos metros más allá y a unos perros ladrando mientras jugaban con sus dueños. Se dió por vencida al darse cuenta que no lograba entender lo que estaba leyendo. Dejó su libro a un lado, y puso sus manos en su regazo. Cerró los ojos, mientras sus otros sentidos se inundaban de la paz del ambiente. Y así, se durmió y comenzó a soñar...

En el sueño se encontraba caminando por una calle solitaria. Sorpresivamente veía todo en blanco y negro, como esas películas antiguas donde no existía el color. De pronto, comenzó a escuchar unas sirenas a unas manzanas de ella, y de la nada vio a un muchacho correr hacia ella. El hombre, no reparó en ella y al correr a tal velocidad se la llevó por delante, literalmente. Los dos cayeron al suelo en una mezcla de brazos y piernas mientras el hombre maldecía en voz baja. Se separaron rápidamente, y Ana se paró con dificultad mientras se agarraba el brazo que le sangraba por la caída. 
- ¿Está bien? - le preguntó aquél desconocido mientras echaba miradas furtivas a su espalda. Parecía alterado, notó Ana, cómo si alguien lo estuviera siguiendo.
- Sí, no fue nada - mintió ella mientras se apretaba el brazo.
- Mierda - dijo él al percatarse de que Ana estaba lastimada- Lo siento.- y se rompió la manga de su camisa y le vendó con delicadeza el brazo.
Mientras hacia eso, Ana enrojeció violentamente. Al terminar, escucharon las mismas sirenas que había escuchado ella con anterioridad, doblando la esquina. Y en una abrir y cerrar de ojos, el desconocido, la tomó del brazo sano y la llevó a un hueco que había entre dos edificios cercanos. Ana no entendía lo que estaba pasando, pero igualmente confió en aquél extraño. Al meterse en aquél espacio, los dos quedaron uno enfrente del otro, y lo único que escuchaban eran sus respiraciones agitadas y sus corazones latiendo violentamente por la adrenalina. El desconocido observaba la calle esperando ver algo mientras los ojos de Ana se deslizaban por sus pálidos rasgos: la dureza de su mandíbula cuadrada, la suave curva de sus labios carnosos, la línea recta de su nariz, el ángulo agudo de sus pómulos y la suavidad marmórea de su frente oscurecida en parte por un mechón de su pelo azabache. Era sumamente guapo, pensó. Tenía el pelo negro azabache alborotado por el viento y los ojos grises, como el color del cielo cuando está a punto de llover. Tras unos instantes, mientras Ana seguía mirándolo descubriendo cada lunar y cada cicatriz de su preciosa cara, el extraño la miró y sonrió. Su sonrisa era perfectamente blanca, cómo esas sonrisas de propaganda de dentrífico que se veían por la televisión.
- Ya pasó la tormenta- dijo y Ana lo miró sin entender. Él se encogió de hombros, quitándole importancia - Será mejor que salgamos - le dijo dulcemente.
Ana asintió, y juntos salieron al exterior. Al fin en la calle, Ana respiró profundamente, sintiéndose libre, mientras el extraño la miraba con el ceño fruncido, peguntándole algo silenciosamente.
- No me gustan los lugares cerrados - le respondió mientras él se encogía de hombros.
- Por cierto, soy Nicolás, pero decime Nico - le dijo mientras le estrechaba la mano a ella.
- Ana, dime Annie - declaró ella - Y me vas a decir quién te estaba siguiendo. - le dijo mientras levantaba las cejas en forma interrogativa.
- ¿Siguiéndome? - le preguntó un poco nervioso. Y justo en aquél instante escucharon las sirenas cerca. - Me tengo que ir.
Nicolás se acercó a Ana, y le dio un beso fugaz en la mejilla. Ana estaba inmóvil, no sabía que hacer.
- Un placer encontrarnos en este sueño- le dijo él mientras le daba la espalda y desaparecía así como había aparecido antes.
Confundida, Ana apoyó su mano en su mejilla, mientras una sonrisa se asomaba por la comisura de sus labios. De la nada, apareció un auto de policía doblando la esquina, mientras producía una sirena insoportable. Así que eso era el causante del nerviosismo de Nicolás. El coche pasó a su lado, y desapareció a lo lejos, sin apenas reparar en su presencia.
De la nada, comenzó a escuchar que la llamaban a lo lejos. Y luego, notó cómo comenzaba a temblar la calle. "Despierta, despierta" escuchaba que le decía una voz a lo lejos. 

Y se despertó. Parpadeó rápidamente, aturdida, sin saber dónde se encontraba.Abrió los ojos completamente, y agachado ante ella estaba Nicolás, el chico del sueño. Miró a su alrededor y vio el parque, y cómo llovía a cántaros a su alrededor.
- Perdona que te haya despertado de esa manera - le dijo Nicolás con voz dulce - pero está empezando a llover y te quedaste profundamente dormida - le explicó mientras se levantaba.
Ana todavía aturdida, agarró el libro apoyado a su costado, y lo guardó en su mochila. Se la colgó en el hombro derecho y se paró con dificultad, notando que tenía las piernas dormidas de tanto estar sentada.
- Gracias Nico - le agradeció mientras lo miraba a los ojos. Todavía pensaba que estaba soñando, no podía entender cómo el chico de su sueño estaba parado ante ella.
- Mmm... ¿Nos conocemos? - le preguntó sorprendido. 
Ana cayó a la realidad. No estaba soñando, eso estaba pasando de verdad. Se encogió de hombros tratando de reparar su error, ella no tenía por qué saber el nombre de aquél desconocido.
- Tenés cara de llamarte Nicolás - sentenció mientras ella largaba una risita nerviosa - Soy Ana, decime Annie - le dijo tendiéndole la mano.
- Annie...- dijo probando cómo sonaba en su boca - Me gusta - y sonrió mientras le estrechaba la mano. Ana respiró aliviada, por lo menos no había pensado que estaba loca. 
- ¿Tenés paraguas? - le preguntó mientras que con la cabeza apuntaba hacia la lluvia. Ana sacudió la cabeza, se había olvidado su paraguas en su casa pensando que iba a ser un día soleado. - No importa, podemos usar el mío - le dijo mientras le guiñaba un ojo.
Ella asintió y sonrió ampliamente, pensando que al fin había encontrado al chico indicado, al chico de sus sueños. 











































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